Creo lo que haces, no lo que dices.

Jan 30, 2022

Quiero contarte una pequeña historia.

Primera escena:
Una mujer sale con un hombre en la primera cita. La recoge una hora y media tarde sin dar ninguna excusa clara. En la cena él se la pasa mirando y hablando más con el celular que con ella, no es muy cortés con el mesero y además se pasa de tragos. Al final de la noche, la lleva a la casa, no la acompaña a la puerta sino se despide de lejos diciéndole “chao, que estés bien”.


Segunda escena:
Nuestra amiga llama a su amiga y le dice, “¡Salí con un hombre maravilloso! Llegó un poquito tarde, no habló mucho porque seguramente tenía problemas de trabajo. Se tomó muchos tragos, probablemente porque estaba nervioso, también le llamó la atención bien duro al mesero pero lo importante es que creo que le gusté y me muero de la emoción que me vuelva a invitar.”

¿Les parece familiar? Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Maya Angelou tiene una frase majestuosa: “Si alguien te demuestra quien es, créele la primera vez.”

Y esto no solo pasa en las relaciones amorosas, también pasa en los negocios y en las amistades. Nos empeñamos en pretender que la gente es cómo nosotros creemos que debe ser en vez de quienes realmente son. Y lo peor es que después nos sorprendemos cada vez que nos decepcionan por ser auténticos. 

De alguna manera preferimos dudar de nuestro criterio por el pánico de quedarnos solos. Otros tenemos el ego tan inflado que pensamos que somos “especiales” y podemos lograr una metamorfosis magistral en cualquiera que cruce nuestro camino.

Demasiadas mujeres se hubieran ahorrado una vida entera de maltrato si desde el primer grito, o el primer empujón hubieran entendido que la única solución al problema de la agresividad es salir corriendo y no esperanzarse en poder cambiar a su agresor.

A las personas hay que mirarlas como si fueran Charlie Chaplin en una película muda, hay que juzgarlas por sus actos más que por sus palabras y cuando revelan su verdad, hay que creerles.

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