¡Ya no quiero cambiar el mundo!

Jul 07, 2022

“¡Quiero cambiar el mundo!” Esta es una frase que he dicho y, genuinamente sentido, desde hace años. Incluso, cada decisión que he tomado tanto laboral como personalmente, ha tenido de fondo esta intención. Sueño con un mundo en el que nos ayudemos mutuamente. En el cual seamos más tolerantes con respecto a las diferencias; más generosos y conscientes de que a la larga todos somos iguales. ¡Quisiera un mundo donde seamos más amorosos y juzguemos menos! Donde, en lugar de vociferar tanto odio, encontremos puntos en común, nos entendamos mejor y practiquemos más compasión y empatía. 

En fin, como cualquier reina de belleza o candidato político, quisiera amor y paz mundial. No lo niego. Todo esto suena muy lindo y estoy segura de que ustedes, al igual que yo, desean lo mismo y consideran que es lo obvio y sensato. NO tiene nada de especial.  

Pero hoy les quiero confesar que esto de tratar de cambiar el mundo, me tiene agotada. Cada vez que veo el odio y la agresividad en redes, me hierve la sangre. Cuando de pura casualidad veo los noticieros, se me revuelve el estómago ante tanta injusticia. Y si alguien me insulta desproporcionadamente por haber caminado fuera de la línea de peatones en el parque, me indigno y quisiera insultar de vuelta. Cuando estoy en un círculo social y todo el mundo se dedica a criticar sin piedad a sus “amigos”, se me retuercen las entrañas. 

Me siento impotente y siempre estoy pensando: “Si yo estuviera en ese lugar… diría, haría o pensaría algo distinto”. Mis ganas de “cambiar el mundo” se han convertido en “querer controlar al mundo” y pretender que piense y actué igual a mí.  Y como esto es imposible, caigo en la trampa de convertirme precisamente en todo lo que, considero, NO deben ser los demás. 

Me indigna la agresividad, así que me vuelvo agresiva (aunque solo sea de pensamiento). Me ofende que critiquen, entonces juzgo duramente. Me duelen las injusticias, me convierto en una persona más vengativa. Me da rabia la corrupción, me vuelvo menos patriótica. Me duele la falta de empatía, así que me alejo cada vez más del hecho de tratar de entender.

En vez de cambiar el mundo, estoy permitiendo que el mundo me cambie a mí. Me estoy dejando llevar por la colectividad, en lugar de mantenerme firme en mi singularidad. Lo admito aquí: ya no quiero cambiar el mundo, pero sí seguiré cambiando MI mundo. Seré todo lo que quiero ver, sin importar si el resto me sigue o lo comparte. ¡Un mundo puede generar un universo de cambios!



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